Este texto es un intento por entender y explicar por qué el concepto de cultura ambiental me interesa y creo que es importante pensarlo y difundirlo.
La separación de cultura y naturaleza, de muerte y vida, de géneros, tienen más que ver con la colonización europea, la iglesia católica y la sociedad de consumo que con las inclinaciones o comportamientos intrínsecos de la especie homo sapiens.
Pero hasta que desarrolle mejor una serie de explicaciones sobre el por qué de estas escisiones, partimos de la separación de estos conceptos en el pensamiento contemporáneo.
Hasta principios del siglo XX, los conceptos de naturaleza y cultura se plantearon como opuestos: la naturaleza era un mecanismo riguroso, regular y espontáneo/irreflexivo; se la veía como «ser», sin voluntad o sentido. La cultura se describía como libertad, contradicción, artificio, costumbres/convenciones; la cultura estaba basada en el sentido y la voluntad. Pero en el contexto actual, esa diferenciación ya no parece relevante.
Como dice Jean-Marc Besse en Naturaleza y Cultura, la cultura es naturaleza. Los recursos materiales y energéticos de la naturaleza meramente son, pero al emplearlos el hombre les da significado, «cultiva» y «modela» a la naturaleza para darle sentido.
«La naturaleza está cultivada, es decir, a la vez trabajada y puesta en forma, tanto en el hombre como alrededor de él. La educación, la agricultura, la técnica en general, son diferentes ejemplos de este modelado de la naturaleza por la cultura»
A su vez, actualmente hay un cambio radical en la relación entre cultura (hombre) y naturaleza. La naturaleza ofrecía un conjunto de condiciones para el despliegue de la vida humana («algo así como un abrigo bajo el cual el drama humano podía desempeñarse»), pero la acción humana hizo que se volviera impredecible y fuera capaz de poner en riesgo nuestra existencia. Hoy la naturaleza se volvió frágil, las condiciones naturales para la existencia perecederas, y está sometida al cuidado del hombre. Éste tiene una responsabilidad nueva: cómo asegurar un mundo habitable para la continuidad de su cultura.
En este contexto, la naturaleza es cultura desde otra arista: su presencia y cuidado se convirtieron en cuestiones morales. A nivel cultural lo natural se volvió sinónimo de verdadero, auténtico, sano; y lo que se desvía de ello en una degradación o una degeneración.
En resumen, como escribe Maurice Merleau-Ponty en Phénoménologie de la Perception (la traducción es de Besse),
«No hay una palabra, un comportamiento que no deba algo a la forma pura del ser biológico, y que al mismo tiempo no vaya más allá de la naturaleza básica y las limitaciones de la vida animal, provocando formas de comportamiento que se alejan de su dirección predeterminada.»
Naturaleza y cultura ya no son dos mundos territorialmente distintos; y en el seno de la cultura se articula todo lo que puede ser designado, pensado o vivido como «naturaleza».
Así, entiendo a la cultura ambiental como la forma en que nuestra especie (homo sapiens) se relaciona con el medio ambiente y las demás formas de vida a través de valores, creencias, actitudes y comportamientos.