Las ideas simples corren el peligro de ser confundidas con superficiales: primeros intentos de personas inexpertas o, peor, de profesionales haraganes. Pero cada vez respeto más la fortaleza mental que requiere no sólo crear sino respetar y apreciar una idea simple.
Algo relacionado a esto pensé al ver los gobelinos intervenidos con bordados contemporáneos que conformaban el ‘Acto 4’ de la muestra El Gran Teatro del Mundo en cinco actos, que vimos paseando por la Fundación Migliorisi en Asunción.
Ticio Escobar, crítico de arte que presentó la exposición con un texto, hablaba de esta sección mencionando “cortocircuitos inesperados”, “sentencias breves que dislocan la insulsa narrativa tapicera” y “pequeños detalles, perversos, que posponen el objeto del deseo con la excusa de una vulgar tragedia inminente”.
De esas palabras me quedan sobre todo las últimas, que obviamente me tocan de cerca por ser propensa a la sobre-actuación que puede asociarse a lo cortesano. La servidumbre obsequiosa (para con el ‘teatro del mundo’, claro está) tiene algo de vulgar justamente porque su narrativa está constantemente amenazada por lo vulgar. Lo decoroso siempre está a un paso de romperse, ya sea con una broma o con un error, y, al exponer esa fricción, los tapices hipnotizan y molestan.
Decía que las ideas simples corren peligro porque uno podría ver estos gobelinos y quedarse en el detalle irónico. Pero eso sería restarles mérito, hacerlos chatos cuando su virtud es crear movimiento.
[share-bar] Migliorisi es un celebrado y veterano artista paraguayo que expone desde la década de 1960. Es pintor, vestuarista, escenógrafo y arquitecto. La fundación que lleva su nombre, ubicada dentro del Museo del barro, es una institución sin fines de lucro, iniciativa suya de 2005. Cuenta con una colección de arte, programa de actividades y una residencia para artistas.
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Fundación Migliorisi