“Espíritu, invisible, humanismo, incompleto, yuyo” y “sacar de la pegajosidad del caos” son algunas de las palabras que Juan Ignacio Moralejo eligió para describir a la revista Sede, publicación que fundó en junio de 2006 y que se ha convertido en una de las iniciativas editoriales más interesantes de Buenos Aires.
Moralejo, que viene de haber asistido a Sofía Coppola en Los Angeles, colaborado con diversas agencias de publicidad de Buenos Aires y tenido experiencias “frustrantes” en medios gráficos, asegura que el criterio curatorial de la revista es simple: su gusto personal en colaboración abierta con artistas de diferentes disciplinas.
Para quienes no la hayan visto, estas dos definiciones funcionan como una descripción bastante acertada de la revista: se trata de un pequeño libro-objeto de colección despojado de demasiados artilugios del diseño gráfico, en el que se le da verdadero espacio (y aire) a las artes con el principal objetivo de exponer y no de consumir.
Pero todas estas cosas las explica de forma más elocuente Moralejo en la siguiente entrevista, en la cual además comparte su trayectoria, habla de cómo vio fracasar a varias publicaciones y expresa sus opiniones sobre lo sobrecargado que está el ámbito del arte.
BA Inspiration (BAI): ¿Cómo surge Sede?
Juan Ignacio Moralejo (JIM): La idea de hacer una revista viene de hace mucho tiempo. Siempre fui lector de ciertas publicaciones y llega un momento que no es tanta la distancia que queda entre consumidor y productor. Pero Sede surge particularmente de una serie de trabajos frustrantes en periodismo que me deciden a intentar publicar por mi cuenta para ahorrarme ciertos malestares de ver las notas tergiversadas por los editores.
BAI: ¿Cuál es tu trayectoria?, ¿a qué te dedicabas antes de fundar la revista?
JIM: Intenté hacer el CBC pero nunca pasé Matemática (cuatro veces un uno, y eso que iba a particular). Para no seguir perdiendo el tiempo me anoté en Comunicación Social en la Universidad del Salvador. Me aburría mucho, pero estaba a dos cuadras de Tower Records, entonces me la pasaba ahí mirando revistas y escuchando discos.
Mi primer trabajo fue demasiado canchero: asistente de Sofía Coppola en Los Angeles. Lo que consistía en escanearle fotos, anotar contactos en su agenda y comer pizza al borde de su piscina. Parecían vacaciones. Eso fue en agosto de 2001. Y cuando pasó lo de las Torres Gemelas al mes siguiente, no hubo mucho por hacer. Estaban todos en shock, deprimidos y paranoicos, sin hacer nada.
Volví a Buenos Aires a principios de diciembre de 2001 con muchas ganas de hacer cosas, pero a los pocos días fue la gran crisis. Parecía perseguirme el futuro negro, así que lo único que se me ocurrió fue hacer un librito y dejarlo en una agencia de publicidad. En ese momento la única que me sonaba era Agulla & Baccetti. Me llaman a los pocos meses y ahí empieza una seguidilla de trabajos en publicidad donde nunca hice una publicidad. No sabían bien donde ponerme, pero me quedaba rondando por ahí. En un momento me llamaron de la agencia FiRe, donde estuve unos meses hasta que pedí volver a Agulla. Luego me llamaron de La Comunidad. Ahí vi que no tenía mucho por hacer y me puse a imprimir una revista interna que gustó bastante. Me quedé un año y medio.
Actualmente hago trabajos freelance para la agencia Madre de vez en cuando. En el medio de todo esto, lo mejor que hice fue anotarme en un taller de fotografía con Guillermo Ueno en 2002, donde aprendí mucho y encontré muchos amigos cuya producción me inspiraba. En 2003 viene gente de la revista i-D y quedo como corresponsal argentino hasta ahora. En 2005 me anoté en el taller de Nahuel Vecino y empecé a dibujar, pero ahora dejé de hacerlo. Tal vez retome.
“He visto muchas revistas morir o perder la gracia cuando caen en dos cuestiones: 1) hacer la revista para ganar plata, llenarla de publicidad y tener entradas gratis a recitales o salir en alguna vidriera de famosos locales; 2) tomar conciencia del público y producir pensando en lo que creen que quiere ese público”.
BAI: ¿Cómo describirías el espíritu o las intenciones de la revista?
JIM: En su momento estuve un año pensando que quería que fuese, el tono. Hasta hice un decálogo. Algunas de las palabras que anoté ahí eran: espíritu, invisible, energía, constructivo, humanismo, inmediato, directo, registro, incompleto, yuyo, puerta, filtro, marco, ritmo, concentración, unidad, sacar de la pegajosidad del caos. Del formato escribí entre otras cosas: portable, modesto, coleccionable, genérico, periódico.
BAI: ¿Qué tirada tienen?, o ¿a cuánta gente crees que llega?
JIM: Imprimo 1000. A cuanta gente llega no sé bien. Sé que a veces la recomiendan, y eso es lo mejor que puede pasar. Justamente lo que no me gusta de la publicidad es que tratan de meterte algo por todos los costados: en los peldaños de las escaleras de subte, en el camello hecho con lasers que se te fija en la retina del ojo cuando bailás. Prefiero las cosas que dejan que llegues vos a ellas y no al revés. Por suerte ahora me ayuda Christine-Marie Andrieu a traducir la revista al inglés y estoy mandando muchos números a Tokio, Seúl y Los Angeles. Este año me quiero focalizar en eso, porque surgen cosas muy interesantes. Es como tirar botellas al mar y provocar el azar.
BAI: ¿Sos conciente de que es considerada ‘cool’ o un símbolo de alternativo-status en Buenos Aires?, ¿qué opinión te merece eso?
JIM: Para mí ahora le pueden dar pelota a la revista por que es algo nuevo. Hay avidez por todo lo nuevo, no necesariamente porque sea algo bueno. Supongo que es una cuestión de perseverancia y largo plazo, como con todo. Pero no me preocupo demasiado en quién es el que lo consume, trato de hacer lo que a mí me interese en ese momento.
He visto muchas revistas morir o perder la gracia cuando caen en dos cuestiones: 1) hacer la revista para ganar plata, llenarla de publicidad y tener entradas gratis a recitales o salir en alguna vidriera de famosos locales; 2) tomar conciencia del público y producir pensando en lo que creen que quiere ese público. De todas maneras me parece que tiene un público bastante heterogéneo que incluye a los alternativos. Me gusta que haya unos señores muy formales con pipa que la compran en la librería Poema 20, para citar un ejemplo.
“Conscientemente me voy alejando cada vez mas del mundo del arte y no del arte, que es otra cosa. Me interesan las vidas de las personas y como lo reflejan, pero el arte que se refiere a otro arte, o los artistas que sólo consumen arte… se me viene a la imagen comer alimentos recalentados cuatro veces en el microondas.”
BAI: De acuerdo a lo que ves y publicás, ¿cómo ves al escenario artístico emergente en Buenos Aires?
JIM: Creo que si en 2001 todos los jóvenes modernos se inscribían a estudiar publicidad, en 2008 se anotan en arte. Veo demasiada feria de arte, arte por kilo, y eso me parece un poco asfixiante. Nada respira. Por eso es más difícil encontrar las cosas que están buenas. Me gusta cuando la gente conserva la inocencia y la pasión, pero ahora veo mucha de esa energía puesta en hacer lobby y la pose del artista antes que en la obra.
Supongo que conscientemente me voy alejando cada vez mas del mundo del arte y no del arte, que es otra cosa. Me interesan las vidas de las personas y cómo las reflejan, pero el arte que se refiere a otro arte, o los artistas que sólo consumen arte… se me viene a la imagen comer alimentos recalentados cuatro veces en el microondas. Perdón, pero cuando escucho la palabra emergente o under me vienen a la idea estos pensamientos.
BAI: ¿Qué otros proyectos tenés a nivel personal?
JIM: El más próximo es ir en mayo a Nueva York por tres meses como asistente de mi fotógrafo favorito. No está confirmado todavía, pero siento que aprendería muchísimo. Pero antes tengo que alquilar mi departamento a algún extranjero…
Aunque se concrete su viaje, Moralejo asegura que la revista va a seguir saliendo. Sede se consigue en una lista de lugares publicados en su sitio web.
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6 responses to “Revista Sede: Entrevista a Juan Ignacio Moralejo”
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