La poca originalidad que tiene la historia del porteño con tabla de surf que usa ojotas hasta mayo refleja tan bien la nostalgia por las costas de Buenos Aires como el amor por Mar del Plata que muchos profesamos.
Mi intento por traer a la arena más cerca (o, mejor dicho, por intentar traer lo que la arena hace sentir) fue usar el nombre Mi Playa en mi primera incursión en el mundo de los blogs a los 19. Es otro recurso poco original que es difícil lograr que funcione; aunque, de vez en cuando, se crean situaciones en las que esto sucede.
Es el caso del espacio La Playita, que sin océano y sin dunas genera en sus noches un ambiente parecido al de esa brisa pegajosa de la sal en el aire.
Al menos eso es lo que sentí las dos veces que fui: una con los primeros cambios de clima en octubre y la segunda ya con el verano en la espalda, en diciembre. Si mis sensaciones se debieron a la programación de música (jazz la primera vez, Bossa Nova y popular la segunda), a la comida que acompaña (bolitas de arroz con chutney, por ejemplo), o a la ambientación de luces coloridas y banderines, no puedo determinarlo. Quizá se haya debido a que en ambas oportunidades tenía una predisposición especial a estos pensamientos.
Lo que sí puedo decir es que me parece que a La Playita, el nombre le queda bien. Y que es uno de los únicos nocturnos que me movieron a dormir más tarde en mucho tiempo.
Por suerte la suavidad del ambiente no se traduce en improvisación: el espacio tiene un calendario mensual con todas las bandas y presentaciones, es puntual, y no termina a la madrugada, lo cual es ideal para mi gusto treintañero. Además, parece un paliativo perfecto para los primeros fríos otoñales.
Se recomienda ir temprano y comer ahí. Como dijo el amigo de la casa Mati Kalwill -quien me introdujo al lugar- el espacio es 200% bike friendly. Se encuentra en Roseti 722, Chacarita, a pocos metros del cementerio.
Links:
Agrupación La Playita